Palabracadabra

martes, 22 de julio de 2008

La muerte

Cerrando los ojos, uno puede ver el color del futuro. Lo sé, y sin embargo, al abrirlos, miro hacia arriba y el cielo es de un azul intenso. No parpadeo para que el sol pueda cegarme, le doy permiso, pero no consigo mantener los ojos abiertos. Las lágrimas se deslizan por mi cara pero no trato de detenerlas. Hoy me siento especialmente triste y no me importa sentirme asi. No entiendo el significado, y hace tiempo que renuncié a dios. Desde entonces camino por el puente-interrogante, y no hay nada al otro lado.
Algo y nada. Vida y muerte. Yo y el resto. Tú.
Estoy cansado de correr. Tras perseguir tanto el sentido de la vida, uno se da cuenta de que la vida carece de sentido. La verdad, tiene más sentido así. Es más práctico tratar de comprender el sentido de la muerte. ¿Y qué es la muerte? Ríos de conciencia que desembocan al mar del olvido. Los cadáveres emergen como grumos en la leche. Tengo ganas de vomitar. Serán las botellas de anoche. Y es que los tragos de fuego me conceden una tregua en las guerras, en las terribles luchas que se libran en el interior de mi memoria. Vasos de infierno que me alejan del campo de batalla.
(La muerte, la muerte...)
El destino de todo ser humano es ser olvidado. Luchar contra eso es estúpido e inútil. Todo es perecedero. Los hombres primitivos lo sabían y por eso empezaron a enterrar a sus muertos. Es lo más cerca que puede estar uno de la posteridad. Algunos escriben canciones, o libros, o poemas, o pintan cuadros, levantan edificios, invaden países, pisan la luna. Cualquier cosa para postergarse, para dejar un legado. Pero cualquier legado es efímero. Dentro de más o menos años, la tierra dejará de ser habitable, el sol se convertirá en supernova abrasándolo todo, para después enfriarse lentamente hasta desaparecer. Muerta la humanidad, muerto el recuerdo. ¿Qué quedará de todo esto si nadie puede presenciarlo?
Nada de lo que hagamos en vida es relevante. Nada es especial. Sin embargo luchamos por perpetuarnos. Vivimos en la eterna contradicción. Y todo es cuestión de tiempo.
Yo quiero luchar también. Quiero recordarte mientras viva, aunque no sirva para nada. Nada sirve para nada, y francamente, eso es lo más interesante de la existencia: su inutilidad.

Así pues, vivamos nuestro amor efímero, bailemos nuestra canción de dos minutos, besémonos durante cuarenta y siete segundos, durmamos una siesta de dos horas, riámonos de la brevedad tanto como podamos, abracémonos para siempre, querámonos infinito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Miro Mincengora:

El texto majo.
El contenido majo.
Y el final , no se porque , me lo imagino con música de vals.
Debería dejar de tomar drogas norcoreanas de importación sin testar.
Digo.
Saludos y sexo gratis.

Anónimo dijo...

"¿Y qué es la muerte? Ríos de conciencia que desembocan al mar del olvido."
La mejor frase del texto. Es fantástica.

He ahí la reflexión poco original a la que me ha llevado esta lectura.
Tan acertado como saber(intentar) vivir sin encontrar sentido a esta vida. Tan trágico como olvidar la ignorancia y la imposibilidad del sentido, menospreciando la fragil burbuja endeble de la vida, perdiéndola preguntándonos el por que mientras intentamos desesperadamente otear detrás de la reluciente esfera en busca de respuestas;entretanto, ella,como irónico y subversivo espejo, nos devuelve nuestro propio hálito. Si supieramos apartarnos, quizás conseguiríamos contemplar, aunque sólo fuera, nuestro propio reflejo, que, al fin y al cabo es la respuesta buscada: ¿Qué es la vida?