Palabracadabra

martes, 29 de julio de 2008

sábado, 26 de julio de 2008

En este mundo tiene que haber de todo,
incluso marcianos.

martes, 22 de julio de 2008

La muerte

Cerrando los ojos, uno puede ver el color del futuro. Lo sé, y sin embargo, al abrirlos, miro hacia arriba y el cielo es de un azul intenso. No parpadeo para que el sol pueda cegarme, le doy permiso, pero no consigo mantener los ojos abiertos. Las lágrimas se deslizan por mi cara pero no trato de detenerlas. Hoy me siento especialmente triste y no me importa sentirme asi. No entiendo el significado, y hace tiempo que renuncié a dios. Desde entonces camino por el puente-interrogante, y no hay nada al otro lado.
Algo y nada. Vida y muerte. Yo y el resto. Tú.
Estoy cansado de correr. Tras perseguir tanto el sentido de la vida, uno se da cuenta de que la vida carece de sentido. La verdad, tiene más sentido así. Es más práctico tratar de comprender el sentido de la muerte. ¿Y qué es la muerte? Ríos de conciencia que desembocan al mar del olvido. Los cadáveres emergen como grumos en la leche. Tengo ganas de vomitar. Serán las botellas de anoche. Y es que los tragos de fuego me conceden una tregua en las guerras, en las terribles luchas que se libran en el interior de mi memoria. Vasos de infierno que me alejan del campo de batalla.
(La muerte, la muerte...)
El destino de todo ser humano es ser olvidado. Luchar contra eso es estúpido e inútil. Todo es perecedero. Los hombres primitivos lo sabían y por eso empezaron a enterrar a sus muertos. Es lo más cerca que puede estar uno de la posteridad. Algunos escriben canciones, o libros, o poemas, o pintan cuadros, levantan edificios, invaden países, pisan la luna. Cualquier cosa para postergarse, para dejar un legado. Pero cualquier legado es efímero. Dentro de más o menos años, la tierra dejará de ser habitable, el sol se convertirá en supernova abrasándolo todo, para después enfriarse lentamente hasta desaparecer. Muerta la humanidad, muerto el recuerdo. ¿Qué quedará de todo esto si nadie puede presenciarlo?
Nada de lo que hagamos en vida es relevante. Nada es especial. Sin embargo luchamos por perpetuarnos. Vivimos en la eterna contradicción. Y todo es cuestión de tiempo.
Yo quiero luchar también. Quiero recordarte mientras viva, aunque no sirva para nada. Nada sirve para nada, y francamente, eso es lo más interesante de la existencia: su inutilidad.

Así pues, vivamos nuestro amor efímero, bailemos nuestra canción de dos minutos, besémonos durante cuarenta y siete segundos, durmamos una siesta de dos horas, riámonos de la brevedad tanto como podamos, abracémonos para siempre, querámonos infinito.

lunes, 21 de julio de 2008




Cerca del cielo, como dice la canción.
Adeu Cristineta.

viernes, 4 de julio de 2008

martes, 1 de julio de 2008

Gerundios

Escuchando Nick Cave, Castanets, Dirty Three, Portishead.

Esperando descubrir más conjuntos de dark folk.

Leyendo El oficio de vivir de Cesar Pavese, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? de Alan F. Chalmers, Suicidios ejemplares de Enrique Vila-Matas.

Viendo Inland empire de David Lynch, El viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez, Simpathy for mr vengance de Chan-Wok Park.

Mirando películas pésimas de terror barato con mi miniyo

Escribiendo lo que puedo y como puedo frente a la pantalla iluminada y sobre los bellos cadáveres de las musas. ¿Y qué?

Recuperándome del fin de semana.

Añorando las tardes interminables de verano de mi niñez, a los viejos amigos, las noches de cine en el méliès, el faro de Cadaqués y sus aguas, los amaneceres de Formentera, los mediodias en el menage a trois, a mis abuelos, mis viajes fantasma, a mi amigo Bang Utot.

Bebiendo ron añejo, vino blanco, té verde.

Comiendo tabulé, macedonia de fruta, helado de vainilla con nueces de macadamia.

Echando de menos demasiadas cosas.

Echando de más otras tantas.

Durmiendo a ratos y soñando siempre cosas bonitas.

Follando cuando se puede, que es menos de lo que quisiera, y cuando apetece, que es casi siempre.

Enamorándome de mi mismo, y de esa muchacha que lee apasionadamente en el metro, y que al bajar en su estación no puede dejar el libro, como si el mundo entero importase más bien poco al compararlo con el coito literario que está disfrutando, y continua leyendo y leyendo, ensimismada en las escaleras mecánicas, y también en el torno de la salida, y no deja de hacerlo ni cuando llega a la calle, ni cuando cruza con el semáforo en rojo y un taxi le impacta y la arroja cinco metros hacia delante, aterrizando con la frente contra el asfalto, dejando una triste y heroica estampa: los sesos sobre el cemento pero con el libro bien agarrado en la mano.

Trabajando por inercia.

Robándole horas al día.

Sintiéndome único a pesar de que según los cálculos de el Population Referente Bureau, aproximadamente 106883338950 personas han vivido en la Tierra desde la aparición de la humanidad. Un número bonito, aunque no deje de ser un ejercicio especulativo, porque no existen datos demográficos del 99% del paso del hombre por el planeta. Me pregunto si se me tuvo en cuenta al hacer las cuentas.

Vendiéndole (sin éxito) mi alma al diablo.

Cuestionándome a quien llamar cuando se acabe el mundo.

Olvidando a que sabia aquella piel (de sabor, de saber).

Preguntándome si tratar de olvidar no es estar haciendo justamente lo contrario. Olvidar no puede ser nunca un acto voluntario.

Imaginando futuros perfectos en los que echarme a perder.

Andando. Sin más.